jueves, 26 de agosto de 2010

Hormonas cibernéticas



Recuerdo que mi llegada al internet estuvo marcada por el alboroto de mis hormonas adolecentes, tan pronto descubrí que el cable del teléfono serbia para aquello, no tardé en buscar claves piratas de acceso telefónico a la red.          
Luego del odiado chirrido de la comprobación de contraseñas y protocolos, el primer paso era siempre el de entrar en la moda de Latinchat, un espacio donde por primera vez se me permitió falsear mi edad para acceder a conversaciones adultas que harían sonrojar a cualquier célibe, esto sin contar las incursiones por paginas mas graficas y sugerentes. 

 Aquello del estudio resultaba secundario cuando Encarta, la enciclopedia virtual actualizable de mi época colegial, solo adolecía de un sistema para la inserción mental (apropósito de El Origen) de conceptos y significados, para todo lo demás dejado al mero hedonismo colectivo, privado o íntimo estaba el internet telefónico o Mastercard.  En mi caso fue siempre el internet.

En un inicio mi cuenta de correo fue compartida con mi mejor amigo del colegio, quien además era el mayor traficante de cuentas piratas de acceso a la red. Contaba el, con tono burlesco, que su primo las robaba de un Café Internet con un programa para Hacks. Fue en esa cuenta de correo compartida donde descubrí que no era el único que le daba al internet un uso banal  y fue ahí cuando, al ser testigo de lo íntimo que se hacían esos espacios, decidí mudarme a un cuarto más seguro, con derecho a la privacidad y, sobre todo, con derecho a ver solo lo que a mi pertenecía. 

Mi primer intento fue en Latinchat, pero luego en un giro brusco de la moda aquel host de correos e intimidad ya había perdido vigencia, incluso algunos me preguntaban cómo demonios se escribía mi dirección e-mail, de tal manera que me expandí a Yahoo, Hotmail y últimamente a Gmail con la impresión de no perder ya mas la legitimidad de la comunidad cibernauta. Todo esto para perder, en últimas, la costumbre de revisarlos a raíz del boom de las redes sociales que, en términos económicos, apareció en el mercado como un falso producto complementario y terminó siendo suplantador de funciones de almacenamiento de texto (incluso, en alguna medida, multimedia) y mejorando el sistema de notificaciones en tiempo real.

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